Dos extremos de una balanza
Hace cuatro años, en algún rincón de La Mancha, un grupo de amigos se congregó para brindar, comer, bailar y sonreír con esa intensidad que solo aparece cuando algo importante se recupera por fin: la libertad. Esa de la que tuvimos que prescindir bajo el pretexto de conservar su contraria, la seguridad.
Como escribió Zygmunt Bauman en Vida líquida, estas dos —la seguridad y la libertad— residen al borde de la misma balanza y son igualmente necesarias para una existencia plena.
“Aunque no hay vida humana gratificante y digna concebible sin el concurso tanto de la libertad como de la seguridad, rara vez se logra un equilibrio satisfactorio entre ambos valores: a juzgar por los innumerables e invariablemente fallidos intentos del pasado, es muy posible que tal equilibrio sea inalcanzable.”
“Todo aumento de libertad puede ser interpretado como una reducción de la seguridad, y viceversa.”
Esa reducción de libertad propició, sin embargo, que el encuentro en el rincón de La Mancha tuviera una energía extraordinaria.