Víctima de ser víctima
Son casi las nueve de la mañana y camino hacia el trabajo por uno de los laterales del Santiago Bernabéu. Es un día soleado, con algo de neblina, y el sol se filtra por la avenida de Concha Espina dejando imágenes de lo más fotogénicas.
Cerca de la sucursal del Banco Santander veo a tres hombres esperando en la puerta. Me sorprende que no entren, porque en el interior ya se percibe cierta actividad.
Por el este, a contraluz y dejando tras de sí la neblina, aparece una mujer de mediana edad, vestida con traje, sandalias de tacón y coleta. Sin pensárselo demasiado, se acerca a la puerta, acciona el pulsador metálico y entra en la sucursal.
Los hombres se miran entre ellos y, con cara de indignación, le gritan:
¡Nosotros estábamos primero!
Presencié esta escena pocos días después de ver la película Anatomía de una caída y, de inmediato, me vino a la cabeza la secuencia en la que Samuel y Sandra discuten acaloradamente, cuando él la culpa del fracaso de su vida.
“Devuélveme mi tiempo, me lo debes”.
Es una escena larga e intensa. Vemos a un Samuel abatido, sin esperanza, con una necesidad visceral de soltar toda esa rabia. Es difícil no empatizar con él.
Sin embargo, si uno toma un poco de distancia, se da cuenta de que Samuel, en realidad, no es víctima de Sandra.
Samuel es víctima de sí mismo. De sus decisiones.
Como muchas de las cosas que nos pasan. (Aunque decirlo esté mal visto).
Asumir - hasta el final - las consecuencias de lo que hacemos es sólo para los más valientes.
Yo admiro a la gente que vive así. Consciente. Responsable.
Verdaderamente libre.